Guadalupe (Madrid, 1916 – Pamplona, 1975), química, madrileña, mujer pionera, revolucionaria… y será beatificada el próximo 18 de mayo. Una de las primeras mujeres del Opus Dei y la primera persona laica de esta institución en llegar a los altares.

(Más información sobre la beatificación de Guadalupe)

Guadalupe en clase de textiles con las alumnas de la 6º promoción Carmen Navarro, Teresa Casas y Mª Teresa Fernández de la Lama. Madrid, 1974.
Guadalupe en clase de textiles con las alumnas de la 6º promoción Carmen Navarro, Teresa Casas y Mª Teresa Fernández de la Lama. Madrid, 1974.

Guadalupe es, además, una de las personas que formó el equipo inicial del CEICID. Junto con otras mujeres como Ana Sastre, Consuelo Boticario, Maru Artime y Lourdes Villamil, pusieron  en marcha ya hace más de 50 años la Facultad de Ciencias Domésticas, aquel primer CEICID del que ya el año pasado celebramos el medio siglo. Fue el 8 de noviembre de 1968, en la sede del colegio mayor Zurbarán, en Madrid, donde aquel equipo comenzó una gran aventura que tiene mucho que ver con el papel de la mujer en el siglo XX. Algo que supondría una revolución en la necesidad de la formación de las mujeres en el trabajo del hogar y que hoy, 50 años después, sigue siendo un “boom” al que Guadalupe contribuyó con un sello indeleble.

Isabel García Jalón, responsable del Programa de Dirección de Servicios del CEICID, trabajó durante cinco años con Guadalupe.

¿Qué recuerdos tiene del trabajo del día a día con Guadalupe Ortiz de Landázuri?

Guadalupe era una mujer normal. La recuerdo amable, serena, positiva, interesada por las personas y por las cosas. Ella compatibilizaba su trabajo en el CEICID, con otro de  dedicación más extensa en la Escuela de Maestría Industrial, donde era catedrática.

¿Algún rasgo de su trabajo que podríamos destacar?

Tenía facilidad para meterse en lo que estaba haciendo y abstraerse de lo de alrededor. La he visto estudiar, tranquilamente, con el libro sobre sus rodillas, aunque hubiera movimiento en su entorno. A mí me pasmaba que pudiera enterarse de lo que leía. Al decírselo, se reía y me decía que sí, que no le afectaba el ruido externo.

Guadalupe trabajaba las cosas a fondo. En aquellos años el CEICID estaba empezando, se estaba haciendo. A cada profesora le tocaba poner su asignatura a un alto nivel: diseño de programa, clases, textos de estudio, prácticas. En España, no existía nada  semejante. Sí que existían en las carreras universitarias asignaturas de las que se podían extraer conocimientos, pero había que darles la orientación precisa. Guadalupe puso en marcha la asignatura de “textiles” y se involucró a fondo. Recuerdo que viajó a Barcelona y a Valencia, habló con profesionales del textil, les contó sus necesidades, les hizo preguntas y se aconsejó bien, con profesionalidad. Estudió mucho y después planteó el programa, preparó textos y describió las prácticas de laboratorio.

Hoy en día todas las prendas traen su etiqueta en la que, junto a su composición, viene descrita la forma de tratarlas, si pueden o no lavarse, temperatura de planchado, etc.  En los años 70 esto no era así. Guadalupe diseñó unas prácticas de textiles en las que se podía ver si una tela era natural o artificial, de origen animal o vegetal, por cómo era su estructura en el microscopio o cómo se comportaba al calor, los disolventes, etc. Era una manera sencilla de evidenciar que cada tela precisa un tratamiento específico.

Puesto que Guadalupe formó parte de ese claustro de profesores del primer CEICID, ¿cómo concebía ella el trabajo de las personas que trabajan en la administración y gestión doméstica de residencias y centros del Opus Dei?

Aunque nunca le pregunté directamente sobre ello, sé que Guadalupe conocía bien el trabajo de las administraciones de los centros y residencias. Se dedicó a atender la gestión doméstica de estos centros durante algunos años y las primeras numerarias auxiliares pidieron la admisión en el Opus Dei precisamente en el centro en el que vivía Guadalupe. Vivir de cerca este tipo de trabajo y la realidad de las personas que se dedican a ello le ayudó a ser consciente y a saber transmitir que con ese trabajo se hace hogar. Por todo esto y por el esfuerzo que puso en preparar a las alumnas que cursaban los estudios del CEICID, no me cabe duda de que consideraba el trabajo de la Administración un trabajo profesional que requería una buena preparación.

Como profesora, ¿que destacaban sus alumnas en Guadalupe?

En las aulas de aquel primer CEICD Guadalupe era una profesora querida y respetada. Trasmitía en sus clases entusiasmo por lo que estaba enseñando y pienso que a las alumnas eso les atraía.

¿Qué marca podríamos decir que dejó en el CEICID?

Una excelente referencia de trabajo bien hecho, de apertura a nuevas posibilidades, de mirada a futuro, de alegría, de atención a lo concreto.

¿En qué sentido se puede decir que Guadalupe era una mujer revolucionaria, adelantada a su tiempo?

Guadalupe tuvo que comenzar muchas cosas que no estaban hechas; había que inventarlas y ponerlas en práctica. Al mirar, no quiso pararse en las dificultades que, estoy segura, existieron. No sé si esto es ser revolucionaria, pero sí es tener un coraje poco común.