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ENTREVISTA - María Jesús Soto-Bruna

21/05/2015 | Categoría: Noticias | Etiquetas:

María Jesús Soto-Bruna, Dra. en Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, forma parte del elenco de profesores de CEICID y ha impartido diferentes sesiones en las jornadas presenciales del PDA. Además es la editora de la colección "Trasfondos familia y hogar". En esta entrevista pretendemos conocerla un poco más.

“Ver y atender”, “Hospitalidad, sensibilidad y buen gusto” o “Trabajo y servicio” son algunos de las sesiones que has impartido durante las jornadas presenciales del PDA, ¿Qué busca transmitir con tus enseñanzas?

De un modo general  considero, que es preciso, hoy, volver a abrir los ojos a la realidad, para comprender de un modo renovado el sentido del humano ser en el mundo y en el tiempo. Cuando muchas de las preguntas fundamentales han sido acalladas tras la desesperanza de respuestas, se hace urgente una nueva reflexión que lleve a las personas a la claridad del razonamiento sereno para, desde ahí, poder afanarse con ilusión duradera en el quehacer cotidiano. Pues, en efecto muchas de nuestras desilusiones provienen de la pérdida de la visión de conjunto del sentido de la existencia, y es que los seres humanos, para vivir haciendo el bien, necesitan comprender.

En esa búsqueda de sentido y comprensión, reaparecen cuestiones que no dejan indiferentes al hombre y a la mujer de hoy, como ¿por qué ayudar? o ¿qué significa propiamente ayudar? En esta misma línea, ¿cuál sería aquel servicio inteligente que permite a las personas formar un hogar bajo la forma de una hospitalidad, esto es de “acogida incondicional” del otro? En esta dirección, la mirada humana ante el “rostro del otro” es lo más revelador de una persona, de ahí ese insistir en “Ver y atender” como aquello que dignifica a las personas y que dignifica a uno mismo cuando reconoce en el otro un semejante. Robert Spaemann ha resumido todas estas cuestiones en la noción de “benevolencia”, que viene a significar que la elevación, en la actualidad, de la dignidad humana, solamente es posible desde una mirada benevolente al mundo y a las personas.


¿Qué importancia tiene para la empresa este tipo de cuestiones?¿Considera que en ocasiones dejamos de lado el desarrollo de capacidades humanistas frente a las puramente mecánicas o intelectuales?

La persona humana ha adquirido en la actualidad una profunda percepción de que se halla en cuestión el conocimiento de la propia identidad. En cierto modo, la cuestión acerca de quiénes somos y qué queremos, como seres humanos miembros de una comunidad y en relación con valores trascendentes, ha ocupado siempre el pensar de la humanidad.

Pues bien, considero que estas preguntas deben estar presentes hoy en todo ámbito empresarial; y ello con objeto de que pueda destacarse el aspecto más personal de las mismas. En este sentido, apuntaría o destacaría la importancia de sacar hoy a la luz la idea de la unidad entre profesión y dimensión familiar de la profesión resulta urgente para promover una sociedad más humana. Para ello ayuda mucho la reflexión sobre el trabajo de la casa, cuya finalidad es, precisamente, hacer familia. Esto va mucho más allá de la reivindicación de los trabajos manuales o domésticos. Significa ante todo advertir el papel primordial de la constitución familiar de la persona humana: ontológicamente, la persona se define por su relación de familia (sin familia la persona sería inviable), de tal modo que si esa relación quedara ausente en su actividad profesional, esta última perdería su carácter personal.

¿Cómo es el alumnado de CEICID?¿Cuáles son las estrategias didácticas que más emplea para motivar el aprendizaje en el aula?

El alumnado del Ceicid está compuesto por profesionales que, desde muy diversos procederes, enfocan su trabajo profesional hacia la construcción de empresas familiares u hogares en los que resplandezcan los valores más propios de las personas. En este sentido, se trata de un público especialmente centrado en la búsqueda de la comprensión del quehacer humano en el mundo, en la concepción del mundo como hogar, y en la percepción de que “hacer hogar” es una tarea íntimamente ligada a la edificación de la propia persona.

La alta motivación de las personas que acuden a las clases del CEICID permite que el curso de las lecciones impartidas pueda transcurrir de un modo distendido y ameno. La recurrencia a ejemplos cotidianos, combinada con las cuestiones más profundas acerca de la naturaleza humana en el mundo, se conjugan en perfecta armonía.

De modo habitual, las alumnas reciben las lecciones prácticamente desarrolladas en su totalidad; de tal modo que puedan estudiarlas con detenimiento una vez finalizado el curso. Por ese motivo, en las clases nos centramos la mayoría de las veces en aspectos más concretos. A su vez, y como para centrar la atención, solemos elaborar cuestionarios que requieren un “pararse a pensar” en cómo aplicar, de modo concreto, lo explicado en las clases.

Editora de los Trasfondos familia y hogar, ¿a quién se los recomendaría?

Toda la colección de Trasfondos es una publicación que ha nacido en el seno de las tareas de formación que desde hace años lleva a cabo el Ceicid en su empeño de sacar hoy a la luz nuevas perspectivas sobre los valores que dan sentido y orientación a la vida de las personas en la familia y en los diversos espacios culturales de nuestro tiempo. A lo largo de muy diferentes programas formativos se ha tenido siempre la preocupación por estudiar y repensar cuestiones antropológicas fundamentales, y esto con la finalidad de renovar el ideal de un trabajo al servicio de la vida en consonancia con muchas de las posibilidades que ofrece el mundo contemporáneo. Con este fin se han venido impartiendo una serie de lecciones que ofrecían el marco teórico desde el que encauzar ese trabajo diario con ideales permanentes.

En la meditación pausada de estos temas se encontrará en todo momento una concepción afirmativa de la naturaleza creada, a la vez que el convencimiento de que el logro de la felicidad personal en la vida práctica viene condicionado en buena medida por la posesión de un fuerte bagaje intelectual que sirva de brújula en los tan variados avatares cotidianos. Se ve así la necesidad de “pararse a pensar” para retomar con animado impulso el trabajo de cada día, y para, finalmente, realizar nuestros quehaceres desde la alegría y la libertad del alma que caracterizan una actitud cristiana ante la vida. La vida de familia ha sido la base de fondo sobre la que se han abordado los contenidos de esta serie de publicaciones.

Recomendaría la lectura de esta colección de libritos a cualquier persona que en su vida personal o profesional, desee buscar fundamentos certeros de mejora; así como el estudio de la base sobre la que se asienta la dignidad humana que deben poseer nuestras acciones y a la que no podemos renunciar.

Su consejo para las alumnas que comienzan su andadura profesional…

El primer y último consejo que daría a las alumnas que comienzan su andadura profesional es, aunque parezca algo paradójico, el que cada una acepte su realidad personal, familiar, social. Y es que sin la previa aceptación de las propias condiciones y circunstancias, se hace muy difícil el emprendimiento de una tarea y vida profesional que permita el crecimiento personal.

Cuando uno acepta la propia realidad, con sus limitaciones y potencialidades, entonces sabe cómo enfocar la finalidad de sus tareas cotidianas; tareas que no constituyen un fin en sí mismas, pero que son necesarias para realizar el conjunto de lo que denominamos vocación profesional.

Lo anterior es importante porque dentro de la trayectoria profesional –a mi juicio, como en la propia vida personal– llega siempre un momento en el que es necesario hacer una suerte de “balance”, tanto para redefinir las propias metas, como para poder valorar lo que se ha conseguido en el pasado hasta el presente. Porque una profesión que se ejerce a diario y que se mantiene dentro de unos cánones que se establecieron al comienzo, sin el esfuerzo reflexivo y voluntario de mejorar la calidad y de perfeccionarse uno mismo como persona, podemos asegurar que deja de ser, propiamente, una profesión, para convertirse en una ocupación diaria con la que se llena el tiempo y uno mantiene económicamente a los suyos.

En este contexto, no se trata tanto de, por así decir, “inventar” un nuevo modo de llevar a cabo el trabajo profesional –como tampoco se puede inventar uno la propia vida cuando el cansancio asoma–, sino que, ante todo y en primer lugar, debe darse una serena aceptación de las circunstancias en las que uno se encuentra. A partir de esta aceptación de la verdad de la realidad, de nuestro trabajo y de nuestro ser, podemos redefinir nuestras metas.

Implica lo anterior reconocer que no es bueno dejarse arrastrar por la rutina, o por la idea de que las cosas ya vienen dadas “desde arriba”. Por el contrario, en toda profesión es tarea ineludible de cada uno el proponerse nuevas metas diarias, que han de revisarse de cuando en cuando; así como también reconocer cuáles son nuestras competencias propias y saber distinguirlas de las competencias y responsabilidades de otros estamentos que, aunque relacionados con nuestro trabajo no deben implicarse en él.

Pues bien, en esa tarea de crecimiento personal y profesional resulta muy importante tener siempre presentes los valores según los cuales actuamos y pretendemos fines; pues el olvido de los valores impide esa ilusión por crecer, además de hacer más duro el diario quehacer.


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