El momento central de #Hospitality2025 llegó con la mesa redonda en la que, de una manera u otra, los expertos reconocieron que para cuidar bien hay que formarse, conocer a la persona a la que cuidamos y estar bien uno mismo.
“¿Qué aspecto de vuestras vidas podríais contarnos aquí que no sea público en redes sociales y que os vincule con el cuidado?” preguntó María González Villalobos, moderadora de la mesa redonda. Y así comenzó una charla entre profesionales del cuidado, de distintos sectores, partiendo de un recuerdo o anécdota personal que logró un clima familiar.
El director de Proyectos e Inversiones de la Fundación Tatiana, Jesús Zamora, recordó la vida en el pequeño pueblo en el que nació, donde el cuidado se vive como parte del día a día: “un ecosistema donde los mayores cuidan a los pequeños y todos se conocen”. Para Jesús, un ecosistema de cuidado “no está diseñado para funcionar, sino para dignificar a las personas”.
Eva Burniol, maestra y promotora del cuidado, actualmente responsable de alojamiento y sala en Castelldaura, aprendió a cuidar viendo a sus padres, especialmente a su madre; una mujer trabajadora, funcionaria, que dejó su carrera para dedicarse por completo al cuidado de sus hijos. Un ejemplo que ha calado en varios de sus hijos que eligieron profesiones de cuidado.
El cocinero y socio de Familia La Ancha, Nino Redruello, compartió cómo, tras colaborar en comedores sociales, comprendió que la hostelería tradicional también debe cuidar a quien menos tiene y anunció que están a punto de lanzar la Fundación Inma, en honor a su madre, que abrirá el primer restaurante social “Cocina para Restaurar”.
“Castelldaura, una masía situada en Premià de Dalt, ha logrado convertirse en un auténtico ecosistema de cuidado” explicaba Eva. Esto se ha conseguido a través de una planificación integral disponible 24 horas al día, los siete días de la semana, que abarca desde el mantenimiento de la casa hasta el servicio de alimentación y alojamiento. La atención a la persona es el eje central del proyecto.
Para Eva, la base del cuidado es la armonía y un ejemplo concreto es la meticulosa disposición de las perchas en los armarios, de manera que cuando un huésped los abre, perciba ese mimo, esa atención a los pequeños detalles.
Jesús ofreció una visión complementaria desde su experiencia en la Fundación Tatiana donde se gestionan proyectos muy distintos, desde una residencia de ancianos, un hotel con restaurante, un museo hasta un centro de formación. Para él, un ecosistema de cuidado es aquel que piensa en la persona, en el entorno en el que se relaciona y que incluso tiene en cuenta cómo son esas relaciones. “Cuánta más información tienes, mejor podrás cuidar” dijo Jesús quien destacó que la formación es importantísima. De hecho, la residencia Monteparís se construyó anticipándose a las necesidades post-COVID gracias a una planificación centrada en el bienestar de la persona. Esto permitió que se incluyeran espacios como salas privadas para recibir a los familiares, demostrando que la previsión basada en el conocimiento mejora significativamente la atención a las personas.
Sin embargo, reconoció que la gestión de equipos es uno de los grandes desafíos actuales. “Para mí, la familia es el paradigma del ecosistema de cuidado, porque en el hogar aprendemos a desarrollar relaciones basadas en la autenticidad y la confianza” concluyó.
Y es que los equipos son clave en la construcción y el buen funcionamiento de un Ecosistema de Cuidado, así lo explicó Nino, heredero de 105 años de tradición hostelera que reconoció que hace unos años llegó al límite de su salud mental. Tras gestionar múltiples crisis en sus distintos restaurantes, se dio cuenta de que no podía cuidar a nadie si él no estaba bien. “Para crear un ecosistema de cuidado en el trabajo, primero tienes que cuidarte tú”, y eso le llevó a leer libros de espiritualidad, a frenar, a saber identificar cuáles eran sus principales virtudes y cuáles no, para rodearse de un buen equipo al que cuidar y en el que poder confiar.
La experiencia le ha ido permitiendo crear iniciativas pensadas en el bienestar de sus equipos, como el proyecto Personas, que busca generar vínculos entre trabajadores que no tienen contacto directo entre sí; o el ritual del momento atardecer que llevan a cabo cada tarde en el Club Financiero de Madrid, en el que se interrumpe el servicio durante siete minutos para que tanto clientes como personal puedan contemplar la puesta de sol.
Disfrutamos de una conversación sincera, en la que cada ponente trató, desde la honradez, de poner su granito de arena recordando que el futuro para los profesionales del cuidado está en combinar tradición e innovación; que el cariño, la hospitalidad o la entrega de la persona no puede ofrecerla la inteligencia artificial; y que la profesionalización del cuidado exige la creación de vínculos de confianza apoyándose en una comunicación constante y humana, ya que el fin último es el respeto profundo a la dignidad de cada persona.